El páncreas es un órgano que se encuentra detrás del estómago, justo arriba del ombligo. Produce enzimas que son esenciales para la digestión de los alimentos. También produce insulina, una hormona clave que regula los niveles de azúcar en la sangre. La principal enfermedad inflamatoria del páncreas, llamada pancreatitis, se produce en los adultos, pero los niños también pueden sufrir de pancreatitis. Hay dos formas principales de pancreatitis pediátrica: una es temporal o aguda, y la otra es continua o crónica.
La forma más común y menos grave es la pancreatitis aguda. La mayoría de los niños que padecen pancreatitis aguda solo tienen un episodio y no causa un daño permanente al páncreas. La pancreatitis aguda puede tener varias causas diferentes. Los golpes en la parte media superior del abdomen (por accidentes de bicicleta o lesiones deportivas, por ejemplo) pueden traumatizar el páncreas y provocar una inflamación. Las alergias a los medicamentos, como algunos anticonvulsivos y la quimioterapia, también pueden causar pancreatitis aguda. Los cálculos biliares, "piedras" diminutas, duras y cristalinas que se forman en la vesícula biliar, a veces se atascan en los estrechos conductos pancreáticos y causan pancreatitis aguda. Alrededor del 10 % de los casos de pancreatitis aguda en niños no tienen una explicación conocida.
Los síntomas de la pancreatitis aguda incluyen náuseas, vómitos y dolor abdominal intenso, que puede aparecer repentinamente y luego puede ser constante o periódico. Con un tratamiento adecuado, que puede incluir líquidos intravenosos o la extracción de cálculos por vía endoscópica, estos síntomas pueden continuar durante aproximadamente una semana. La pancreatitis aguda normalmente se diagnostica con la ayuda de análisis de sangre (que pueden revelar niveles elevados de las enzimas pancreáticas amilasa y lipasa) o mediante ecografías y tomografías computarizadas que pueden detectar la inflamación pancreática.
Si la pancreatitis de un niño empeora con el tiempo, puede causar cicatrices y daños permanentes en el órgano. Si los síntomas continúan o si vuelven a aparecer, la afección se clasifica como pancreatitis crónica. Al igual que la pancreatitis aguda, la pancreatitis crónica puede ser consecuencia de cálculos y otras obstrucciones del conducto pancreático, o de un traumatismo en el órgano. Pero también puede ser causada por anormalidades genéticas o metabólicas. Los síntomas son similares a los de la pancreatitis aguda, pero con efectos adicionales a largo plazo que a veces incluyen pérdida de peso, ictericia y diabetes.
La pancreatitis crónica a veces se diagnostica mediante una colangiopancreatografía retrógrada endoscópica (CPRE) o ecografía endoscópica, o mediante una tomografía computarizada o resonancia magnética. Aunque la pancreatitis crónica no se cura, se puede controlar para reducir el dolor y ayudar al sistema digestivo del niño a compensar la falta de enzimas digestivas y de insulina. A veces utilizamos la CPRE para eliminar cálculos o sortear estenosis. Algunos niños con pancreatitis crónica siguen dietas especializadas o reciben suplementos liposolubles de vitaminas A, D, E y K.
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